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¿Por qué tenemos emociones desagradables: miedo, rabia, tristeza, vergüenza….?

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El sistema emocional se ha ido desarrollando en función de los acontecimientos que han provocado en el sistema de supervivencia una huella suficientemente diferenciada cómo para crear un programa de acción-reacción diferente, y tal como digo, parece según la mayoría de los autores, que han dejado más huella los acontecimientos desagradables que los agradables.

No que no hay emociones buenas o malas, aunque sí agradables y desagradables, dependiendo del acontecimiento al que reaccionan.

Sin las mencionadas emociones desagradables no se podría subsistir, y menos en sociedad, ya que la emoción además de servir como señal que hace tener constancia sobre acontecimientos que sacan del utópico equilibrio, sirve para poder vivir en sociedad.

Cuándo se engatilla un patrón emocional, no sólo sirve para sentir y reconocer el acontecimiento por el que se reacciona, sino que también sirve para qué los demás se den cuenta de lo que se está sintiendo. Esta capacidad de comunicar mensajes al sentir emociones, se puede desarrollar gracias a las ya enunciadas neuronas espejo. Si se siente miedo, esta es una emoción negativa (aunque buena) porque provoca malestar, pero a la vez comunica a los mamíferos que están cerca una necesidad de protección, cuándo no de deseo de huir, gritar y, cómo no, de ser amparado. Tener miedo a la sanción del policía, a la riña, al castigo y otros muchos componentes de la socialización, es necesario para vivir en comunidad. De hecho, las personas que no tienen habilidades para identificar y hacer consciente las emociones de los demás, tienen muchos problemas para poder realizar eso que se denomina “habilidad social”.

Spitz llegó a decir que en la vida lo realmente irrenunciable, es la alimentación afectiva. Siguiendo con la argumentación, en el lado de las emociones desagradables se tiene: miedo, rabia, tristeza, culpa y asco. Mientras que cómo agradables se encuentran según la investigación: alegría, curiosidad, admiración y seguridad. Curiosamente cada una de las emociones desagradables, tienen cómo lazo común: el miedo. El miedo, y sobre todo el miedo a la muerte, forman parte más o menos intensa de todas las emociones desagradables. De la misma forma, las emociones agradables son un certificado de que se está vivo y por lo tanto de lograr sentir ser capaces de seguir el proyecto vital.

Es por todo esto que el cerebro es una auténtica fábrica de hacer miedo, de tal forma que sin él no se entendería la vida tal como se vive. ¿Qué sería de uno si no se tuviera miedo? No obstante la mayoría de las personas saben convivir con el miedo y en muchos casos el miedo es el preámbulo del placer, cómo ocurre cuándo se sube a una montaña rusa, se entra en un lugar misterioso, o simplemente se va a una sala de cine a ver una película terrorífica. Escuchar historias misteriosas, indagar en el mundo de lo oculto, coquetear con el más allá, son tareas propias de millones de personas en sus días de diversión y hay cientos de parques temáticos que están dedicados a provocar miedo en aquellos que los visitan.

No obstante, hay que diferenciar el concepto de miedo y de peligro. El miedo es divertido cuándo se siente que el peligro o la amenaza está controlada, sin embargo, cuándo al miedo se le une la sensación de amenaza real, da un giro cualitativo y ya se encuentra en otra dimensión, que se denomina pánico, terror o pavor. Los miedos más universales tienen que ver con la muerte, la enfermedad, los accidentes, la violación, las catástrofes naturales, las guerras y así hasta llegar a otros tipos de miedo más ligados a la relación social cómo son el rechazo, el fracaso, la vulnerabilidad.

En todos estos miedos hay un denominador común: no ser capaz de afrontar aquello que da miedo. Esta dificultad para afrontar, puede ir envolviendo cada vez más facetas de la vida, hasta qué se llega a tener la convicción de que no se puede afrontar absolutamente nada qué implique la más mínima sensación de inseguridad o de amenaza. Si este proceso continúa, aparecerá pronto una contradicción: cuanto menos se enfrenta el sujeto a la incertidumbre (en la que existe tanto la amenaza cómo la seguridad) más tiene que evitar la sensación de cualquier emoción negativa, y a la vez de cualquier situación que provoque emociones negativas, y de esta forma se evita directamente todo aquello que implica el hecho de estar vivo, ya que la vida sin emociones negativas, simplemente no es vida.

Todas las emociones negativas tienen que ver con el miedo, en una u otra medida, y aquel que evita cualquier situación de amenaza, quiere controlar no sentir, de tal forma que se va quitando poco a poco el oxígeno de la vida, quedándose en una especie de lucha contra natura, en la que se intenta controlar que no haya nada qué controlar, y esto culmina con otro nivel más en el que sólo cabe: “No puedo afrontar”, pero esta vez sin concretar nada, es decir si se pregunta ¿Qué es lo que no puedes afrontar? El sujeto responderá: “nada qué me haga sentir emociones negativas”. Y este es el certificado de la tragedia, para estar bien, no hay que tener contacto con la vida.

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